¿Podemos nominar a “Ivanhoe” como la primera novela
histórica? Definitivamente, sí. Su virtual competidora en esta lidia sería
“Salambó”, de Gustav Flaubert, ambientada en la Cartago del siglo III A.C., en
su guerra contra Roma.
Hoy por hoy, la
primera tiene el aspecto de novela juvenil gracias a su ágil y sencilla
lectura, a su ambiente de aventuras caballerescas y su clásico arco dramático.
La segunda es
decididamente adulta, exótica, sensual, descriptiva y ardua de leer para el no
experimentado. Pero el hecho es que fue
publicada cuarenta años después de “Ivanhoe”.
Esto la convierte
positivamente en “segunda”. Pero es,
como diríamos, más “intelectual”, por lo que suele ser elegida en primer lugar.
Continuemos.
“Ivanhoe” no nació
como una novela juvenil. Detrás de ella
acechan varias lecturas. La relación
entre padre e hijo. Los amores no
correspondidos. La tensión entre pueblos
invasores e invadidos. El cobarde
sentimiento antisemita. Y una mirada
menos romántica que la tejida en la actualidad sobre Los Caballeros
Templarios. ¿Les parece poco?
Pro mi parte fue
un verdadero bordado la tarea de adaptación de esta maravillosa novela al
comic. El esfuerzo que hizo Marco Baldi,
su dibujante y mi ex compañero de la escuela de arte Sótano Blanco, está a la
vista. Ha quedado un trabajo impecable,
gracias a la delicada supervisión de sus “editors” Juan Cruz de Sábato y Oscar
Taboada, además de la onerosa inversión en impresión de Latinbooks.
Acá está, nomás,
el resultado. Sin duda es una recomendable
lectura para niños y jóvenes. Y,
curioso, no es para nada cara.
Nos vemos en las
librerías.