Después de cuatro años espasmódicos y titubeantes terminé de escribir “Que me vengan a buscar”. No existían en Argentina concursos de novela negra lo que me llevó a gastar un dineral en correo para presentarla a dos en España. No salí ni a placé.
Decidí mostrarla a una veintena de editoras entre medianas, pequeñas e independientes. Solo me respondió una para decirme que la primera página estaba buena –no habían leído más que eso- pero que su cronograma de publicaciones estaba completo. Se me ocurrió entonces que mi, por aquel entonces, editor de comics podría jugarse a editar un libro de texto y le invité un almuerzo para ponerle el zocotroco anillado delante de los canelones con tuco. ¿Una novela? ¿Escribiste una novela? Mirá, vos. ¿Cuándo? Justo estaba pensando en editar libros. Me salen más baratos que las historietas, ¿viste? Incluso ya tengo pensada una colección de astrología y numerología.
Mi, por aquel entonces, editor la leyó, le gustó y prometió publicarla. Pasaron otros dos años y justo cuando estaba a punto, sus finanzas quebraron. Sentía yo que la novela había cumplido su ciclo. Debía publicarla por mi cuenta. Pedí dos presupuestos para una tiradita de trescientos ejemplares que a mis flacos bolsillos resultaron inviables. La culebra se mordía la cola. El ciclo se cerraba cuando, oh sorpresa, a través de los medios me entero que en pocos días cerraban tres concursos de novela. Fundí la fuente de alimentación de un par de fotocopiadoras pero los zocotrocos allí partieron. A los tres simultáneamente; contravención advertida en las bases de cualquier concurso decente, pero recurso práctico para escritores nóveles. Corría el año 2010.
No quedé ni como finalista en los dos menores, me refiero solo a la cantidad en metálico, pero sí en el mayor. Digo, Premio Clarín de Novela. No lo podía creer. Me empilché para la fiesta, que estuvo buena, pero la estatuilla se la llevó Gustavo Nielsen. No me importó. Estaba contento. Había pegado. En el palo, pero había pegado.
Como por arte de magia, al año siguiente aparece el “Concurso de Novela Negra Del Nuevo Extremo”. El primero que tenga noticia de novela negra argentina. Lo ganó mi viejo amigo Eugenio Zappietro, mejor conocido como Ray Collins con “Mi nombre es Zero Galván”. Esta vez fue emocionante. Se lo merecía. Además de poseer una prosa exquisita es una novela de ruptura. Cuando la lean sabrán a qué me refiero.
Y, nuevamente como por arte de magia, quedé como uno de los tres finalistas.
“Que me vengan a buscar” puede encontrarse hoy en cualquier librería. Pero lo mejor es que va a ser presentada en Buenos Aires Negra, el primer festival en la ciudad de novela de género. Será este lunes 11 de junio en la Librería Hernández a las 18 hs. Moderará la mesa Raúl Argemí, multipremiado escritor de policiales. Presentarán también sus obras Kike Ferrari, niño mimado de la Semana Negra de Gijón; el mismo Eugenio Zappietro, y colaborará con la charla el editor de Del Nuevo Extremo Carlos Santos Sáez.
Pueden encontrar la información del festival en
buenosairesnegra.wordpress.com
Cuando vean la calidad de los invitados van a venir corriendo. Y lo mejor: todo es gratis.