viernes, 9 de julio de 2010

EL NIÑO MONSTRUO

Es insólito tener que aclarar que Stephen Jay Gould, además de paleontólogo, haya sido evolucionista. ¿Hay paleontólogos que no lo sean? No sé. Pero que hay docentes, funcionarios y sacerdotes que no. En los Estados Unidos, durante la era Bush, los creacionistas se sintieron amparados por el Gobierno, para tratar de imponer su mitología en las aulas. Me sorprendieron. Los creía extintos y de pronto eran miles. Y con fuerza política.
No hay que confiarse. Esta gente aprovecha cualquier excusa para imponerte su idea. Usando incluso argumentos evolucionistas como los de, por ejemplo, la perfecta ingeniería de un ave voladora.
Volviendo a Stephen Jay Gould, uno de sus mas notables aportes a las ciencias es la idea de los saltos evolutivos cualitativos. Al parecer, la evolución de las especies no se da de manera gradual como se creía sino que muta súbitamente en solo una generación y en comunidad cerrada. La evidencia estaría en los hallazgos. Siempre se encuentra el fósil en formación definitiva y no en proceso. La confusión había surgido ante la cantidad de homínidos encontrados entre los siglos XIX y XX. Si los ponías todos en cierto orden imaginado a partir del darwinismo, es decir, desde un primate hasta el homo sapiens, pasando por Hombres de Pekín, cromagnones y neanderthalensis, entre otros, tenías una muestra de como se llegaba hasta el hombre actual, etapa por etapa. Pueden ver uno de esos gráficos en el Museo de Historia Natural de Parque Centenario, Buenos Aires. Es hermoso. Pero falso.
En verdad, los fósiles habían sido hallados en lugares demasiados distantes entre sí como para sugerir antecesores o sucesores. También era disímil su edad, determinada por el método de Carbono 14, además de la capa geológica donde había sido atrapado. Los que debían ser más viejos eran recientes y viceversa. Esto puso a los hombres a pensar. Stephen Jay Gould fue quien le puso estructura a la teoría del salto cualitativo.
En esa línea escribí Generación Maldita. Un salto mutante de una generación a otra y en una comunidad cerrada. Un matrimonio feliz, engendra un bebé monstruo con la inteligencia suficiente para deshacerse de ellos sin levantar sospechas. Un monstruo con un objetivo preciso, que lo hace caminar en línea recta hacia él, aunque deba vadear ríos, escalar montañas o cruzar en diagonal sembradíos de maíz, destrozando a cada ser humano que se cruce en su camino. Trasiega horfanatos, detectives que siguen horrorizados sus sangrientos crímenes, doctores locos que quiere estudiar su genética, brujas indias mescaleras que lo guían en viajes astrales y hasta "yuris", infiltrados rusos en la sociedad americana, como Anna Chapman, la "femme fatale" capturada hace unos días en Washington por el FBI. Un total de 154 páginas a puro gore flick.
Fue muy divertido escribirla. Pero fue aún más placentero que Daniel Müller la dibujara. Su ambientación de la Guerra Fría fue impecable, acompañada siempre por esa línea clara tan Alex Raymond. Se publicó en la revista D'Artagnan hace catorce años. A los pibes le encantaba. Claudio Columba III, por aquel entonces de nueve años, era mi primer fan. Me recuerdo a mí mismo en esa edad dibujando monstruos terribles (para mí) en las páginas de atrás del cuaderno escolar, inspiradas en las maravillosas postales de cartón, de las figuritas "Marte Ataca", las mismas que Tim Burton tomó para su película.
Pues bien, después de catorce años, en 2010 Editoriale Aurea publica Generación Maldita, inédita hasta ahora en Italia. No se crean, fue mucho tiempo. Un gran período de incubación que se había gestado en solitario y casi había olvidado. Hoy se me aparece como alguien que inesperadamente me trae un regalo. Fue pero que muy emocionante descubrir que Generación Maldita había pasado la prueba de supervivencia. La supervivencia del más apto, en boca de Stephen Jay Gould. Supervivencia: eterno conflicto de las especies, humana incluída.